Desde hace tiempo, se está trabajando en diversas soluciones para frenar el calentamiento global, desde fertilizar los océanos con hierro hasta desarrollar árboles artificiales. Proyectos que no han llegado más allá, se han quedado en eso, proyectos.
El objetivo está claro: estabilizar la concentración de CO2 en la atmósfera reduciendo los gases de efecto invernadero, y es en este aspecto, donde entra el concepto de ‘descarbonización energética’.
Numerosos estudios determinan una serie de recomendaciones de política energética redirecciondas hacia la descarbonización, pudiéndose convertir en el ‘Modelo energético sostenible para España en 2050”.
El proceso de descarbonización consiste en eliminar el consumo de combustibles fósiles que poseen carbono en su estructura molecular contaminantes y gases de efecto invernadero muy nocivos para las personas y para los ecosistemas.

Este proceso posibilita disminuir por tanto, los gases contaminantes del aire, consiguiendo de ese modo una mayor autonomía, resiliencia y seguridad energética.
¿Y cómo sería un sistema de energía libre de CO2? Una de las alternativas energéticas sería la electricidad renovable (eólica, fotovoltaica, biomasa…), en otras palabras, materia orgánica originada en un proceso biológico. Según la Asociación Mundial de Bioenergía: “la sustitución de carbón por gas natural es otra de las alternativas puesto que es capaz de reducir en el transporte terrestre hasta un 30% las emisiones de CO2”.
Además, los beneficios de estas fuentes renovables son muchos, tanto de carácter medioambiental como de carácter económico.
Actualmente, en España se emiten cada año alrededor de 5,8 toneladas métricas por persona de emisión de gases, y el plan de medidas de descarbonización conseguiría evitar una gran cantidad de emisión de estos gases contaminantes.
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